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jueves, 8 de marzo de 2018

RIDING PATAGONIA IV

Hoy escribo desde Villa O'higgins, el mítico final de la Carretera Austral. Esta es un paraiso para la vista, a derecha e izquierda hay 11 parques nacionales, pero en si misma es un inmenso parque nacional. Un corredor norte-sur de 1240 km que te regala estampas de postal en cada curva. La terminaron de construir en 1986, siempre hay tramos en obras y sus últimos 450 kilometros (desde Villa Cerro Castillo) están todavía sin asfaltar. Algunos dicen que cuando esté del todo asfaltada perderá su encanto, los lugareños están ansiosos de que el asfalto llegue a la puerta de sus casas, a mi se me hace una cuestión secundaria porque este viaje me está haciendo disfrutar y vivir de forma muy intensa encima de la bicicleta.

Ya me encuentro en el ecuador de mi viaje, el segundo tramo era desde Futaleufú hasta Villa O´higgins. El siguiente tramo me llevará a recorrer El Chalten, dominado por el Fitz Roy, el glaciar Perito Moreno o el Parque Nacional Torres del Paine, hasta Punta Arenas.

Las etapas recorridas desde la última entrada son las siguientes:

Coyhaique - Villa Cerro Castillo (camping Las Nires): 108 km
Villa Cerro Castillo - Camping Doña Dora: 71 km.
Camping Doña Dora (a 40 km de Puerto Tranquilo) - Acampada libre a 30 km de Puerto Bertrand: 74 km.
Acampada libre - Cochrane: 78 km.
Cochrane - Caleta Tortel: 124 km en coche
Caleta Tortel - Acampada libre a 10 km de Puerto rio Grande: 55 km.
Acampada libre - Villa O´higgins: 82 km

Reconozco que he hecho un poco de trampa. 124 km en coche con la bici en la parte de atrás de una pick up. Al comenzar el viaje pensaba en recorer todos y cada uno de los kilometros de esta aventura pedaleando mi bici, pero varias fueron las circunstancias que llevaron a tomar esta decisión: la etapa anterior me había dejado para el arrastre, daban mucha lluvia para el día siguiente, adelantar un día me va de perlas, y sobre todo que he roto uno de los tornillos de la parrilla y no se cuánto tiempo va a aguantar el apaño de bridas y cinta americana que he hecho...

Pensándolo de nuevo, el haber hecho "trampa" ya no me importa mucho. Estoy disfrutando tanto del pedaleo como de lo que lo acompaña. Esto son la gente que te encuentras en el camino. Desde saludos fugaces a conversaciones al calor del hogar con un vaso de vino en la mano. Ellos te cuentan sobre su viaje, su vida, sus proyectos o sus historias y tú, tu escuchas y a la vez compartes con ellos tu viaje y tus ideas sobre la vida en general. Así, aunque tu viaje sea en solitario, pocas veces estás solo.

Conocí a Doña Dora y a su marido Don Osvaldo. Ella me contaba todos los problemas que le ponía la municipalidad para abrir su camping sólo porque ella no votaba a los políticos que están en el poder. Él me hablaba de los veraneos y los inverneos, de como cada año lleva el ganado en verano al monte a pastar y del viaje de vuelta antes de que caigan las primeras nieves, de bosques vírgenes de nelgas milenarias en los que sólo el sabe encontrar el camino y de glaciares desconocidos que ni siquiera tienen nombre y dan origen al rio Murta. Ambos compartieron conmigo su cena y su vino y marché a la cama con la tripa llena y el corazón contento.

Compartí conversación y datos del viaje con Grant y Leslie, una pareja de San Francisco que pedaleaba en dirección contraria en una ventosa noche antes de acomodarme en mi saco. Charlé largo y tendido con Nico y Michelle mientras conducían rumbo a Caleta Tortel y me hablaban sobre la flora local y me deseaban buena suerte en mi viaje. Allí, en el hostal Giselle la señora María me pareció el reflejo perfecto del pueblo en el que vive. Un pequeño pueblo a orillas de la desembocadura del rio Baker en el que sus calles son pasarelas sobre el mar o el fangoso terreno en el que se encuentra ubicado. Muy bonito y con un potencial turístico que sus habitantes parecen rechazar dando la impresión de ser una comunidad un tanto deprimida que pasa las largas tardes de invierno entre vaso y vaso de vino mientras van quemando la leña acumulada durante el verano y traida en barcas para ser secada en la parte trasera de sus casas. Alli también hice amistad con Giaco, un documentlista con espíritu inquieto y aventurero dispuesto a reflejar los efectos del cambio climático en los cipreses patagónicos.

A Villa O´higgins llegué tras las ruedas de Emily y Ella, jóvenes canadienses que recién acabaron la carrera se decidieron a surcar la Patagonia con sus bicis de ruedas gordas. Aquí nos a recibido Pachi, un simpático patagón, que por mucho que le he insistido dice que su nombre no es vasco. Escribo desde su acogedor quincho, al calor de la cocina económica y con la tripa de llena de las lentejas que he cocinado para todos. Que alegría dejar por un día la dieta de pasta, arroz y chocolate.

Aquí el tiempo pasa despacio. Comer dormir y descansar son las ocupaciones de los mucho viajeros que estamos atascados esperando a que amaine el viento para que la única barcaza que opera esta temporada nos acerque hasta Candelario Mansilla, frontera con Argentina, y poder seguir nuestro viaje hacia El Chalten.

Ya deje atrás el tiempo de apurarme. Los problemas futuros, son eso, problemas para el futuro y yo ahora sólo pienso en relajarme de la intensidad de este viaje que me está dejando las retinas llenas de imágenes, la cabeza repleta de nuevos sueños de aventura y el alma sonriente, como siempre debería de estar.

Como siempre unas cuantas fotos del viaje.

Saludos y un abrazo grande.

Mkl






























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