Resulta que el tiempo pasa
deprisa, a veces tanto, que cuando te paras a pensarlo, te das cuenta de que no
vas a tener tiempo de hacer todo aquello que habías planeado. La semana pasada
decidí poner remedio a esa sensación de premura que quemaba por dentro. Dos
meses escasos son los que me quedan en tierras americanas y muchos lugares en
el mapa por tachar, después de este viaje, alguno menos.
Son ya muchas las veces que he
conducido al sur de Utah para disfrutar de sus paisajes y de su soledad, y lo
haría mil veces más para tan solo revivir esa sensación de magia que todo lo
envuelve. Magia sí, porque esos lugares solitarios de arenisca roja y blanca,
erosionados por el agua y el viento a través de los años, con constancia y
paciencia infinitas, te aportan algo
imposible de describir con palabras o fotografías. Algo que tan solo se puede
explicar, si uno gira 360 grados en medio de la nada con el viento como único
testigo…
Tenía una idea en la cabeza, no
demasiado clara, pero un plan al fin y al cabo. El depósito del Tracker lleno,
comida, agua, tienda de campaña, la cámara de fotos… y sobre todo muchas ganas.
Mi primer destino era Red Canyon, a las puertas de Bryce Canyon NP. Hasta allí
me dirigí con la intención de recorrer en bici el espectacular Thunder Mountain
Trailhead. Sin embargo, una intensa nevada truncó mis propósitos, así que seguí
conduciendo hasta Kanab, más al sur, y allí encontré acomodo donde pasar la
noche, en un solitario paraje dentro del Garnd Staircase-Escalante NM. Un
inmenso paraje desértico surcado por cañones y montañas que fue el último lugar
de Estados Unidos en explorarse y cartografiarse.
El día siguiente fui afortunado,
mucho. No suelo tener demasiada suerte en sorteos, rifas o loterías. Pienso que
es porque de pequeño, en un torneo de baloncesto, me tocaron los regalos de
esta vida y de la próxima. Sin embargo, esta vez, mi premio fue algo que el
dinero no puede comprar, por eso es tan importante. Por eso y porque me
permitió visitar uno de los lugares a los que probablemente no pueda volver
jamás. Dentro de Escalante, se encuentra una zona conocida como Paria Canyon, y
dentro de esta, Coyote Buttes. Esta última es un área restringida que tan solo
veinte personas pueden visitar cada día. Diez plazas se sortean a través de
internet con tres meses de antelación. Lo hemos intentado tres veces y nunca
nos ha tocado. Las otras diez, el día anterior, en el centro de visitantes de
Kanab al más puro estilo de la Lotería Nacional. Y cuando digo que fui muy
afortunado es porque realmente lo fui: nueve de las diez plazas fueron ocupadas
y tres parejas dejaron pasar su oportunidad porque tan solo uno de ellos podía
acudir. Después, salió mi número: el tres. Pagué la tasa correspondiente y tras
recibir la información necesaria me marche con una sonrisa de oreja a oreja.
Ese día visité un cañón cercano. El Bucksin Gulch, un hermoso cañón de altas paredes de arenisca y suelo arenoso que se encontraba inundado en algunos tramos por las lluvias recién caídas. Ese pequeño tramo conduce al Paria Canyon, lugar de muy demandado por aventureros y excursionistas y que va morir a los pies del río Colorado. Lo exploré durante buena parte del día y finalmente acampé cerca de donde tenía que comenzar a caminar al día siguiente.
Coyote Buttes es un espacio restringido dada su singularidad. Se trata de una cordillera de arenisca que contiene uno de los lugares más espectaculares de los que yo haya oído hablar jamás: The wave. The wave es una antigua duna solidificada que el agua y el viento han erosionado, produciendo unas paredes de mil y un colores con forma de ola, de ahí su nombre. El día era ventoso y la fina arena del desierto golpeaba en todas direcciones, hasta en los calzones, como diría mi amigo Hilo. Sin embargo yo lo disfrute como un enano siendo consciente de que pocas personas tienen la fortuna de poder visitarla. Tanto es así, que mientras sonreía la arena se me metía en la boca y sin embargo no fui capaz de dejar de sonreír.
El día aún me depararía más
sorpresas ya que por la tarde me desplacé hasta Page, ya en Arizona, pueblo
surgido a raíz de la construcción de la polémica Glen Damn o presa, sobre la
que se han escrito páginas y páginas, tanto por sus defensores, quienes
argumentan que proporciona reservas de agua a 7 estados, electricidad y un
entorno único como ese el Lake Powel, un lago en medio del desierto; como por
sus detractores, aquellos que criticaron a la administración por permitir la
inundación de innumerables cañones, ruinas indias y numerosos pueblos, así como
la condena a muerte del rio Colorado, cuyas bravas aguas ya ni siquiera llegan
a desembocar al mar. Hasta tal punto fue polémica, que todas esas críticas
dieron origen al denominado ecoterrorismo, tan bien reflejado en la magistral novela
de Edward Abbey, “La banda de la tenaza”, de obligada lectura para todo aquel
que desee visitar estas tierras. Allí, visité Horseshoe Point, el meandro más
famoso del rio Colorado donde efectúa un giro de 270º y disfrute de una
agradable cena con una pareja polaca que estaba de viaje.
Al día siguiente me adentré en lo
que aquí se denomina Navajo Nation y que representan las únicas tierras que los
primitivos habitantes americanos poseen todavía. Ellos las explotan como
pueden, ya que es lo único que les han dejado, mientras tratan de no perder su
identidad, tradiciones o idioma, algo del todo imposible rodeados del
capitalismo y consumismo americanos, ya que se ven envueltos en una espiral de
cadenas de comida rápida, grandes rancheras, alcohol, juego o televisión por cable de la que
puede ser imposible escapar… Allí visite el espectacular Antelope Canyon y acto
seguido me desplacé hasta Monument Valley, ese escenario desértico por donde
John Wayne cabalgaba al atardecer con el polvo en las mejillas y enormes torres
de arenisca como telón de fondo.
A la mañana siguiente desperté en
Goosenecks State Park, un lugar en el que apreciar los inmensos meandros del
rio San Juan, que desemboca en el Lake Powell, como no podía ser de otra
manera. Recorrí Valley of Gods en bici, con pájara incluida: que largos se
hacen los falsos llanos cuando el viento sopla de cara, disfruté de las vistas
desde el punto denominado Moki Dugway, y camine por Natural Bridges National
Monument, en busca de enromes arcos de piedra, entre los numerosos cañones de
altas paredes de arenisca.
El último día de viaje,
disfruté conduciendo por las Scenic By Ways de Utah, mientras volvía a
atravesar el Colorado por un enorme puente metálico hasta el desierto de San
Rafael, plagado de cañones y de formaciones tan curiosas como las que se pueden
encontrar en el Goblin Valley State Park.
Fundido, y sin fuerzas regresé a
casa para soñar y hacer un hueco en la memoria, a todos los alucinantes
paisajes que había visto y que recordaré para siempre. Tierra de magia, viento
y arena.
Y ahora que llega el buen tiempo, os dejo con este temazo, no se si ya lo habia puesto alguna vez, pero por si acaso: La primavera, Albertucho.
Besos y abrazos. Mkl.